Alfonso Molina: Autopista /vs/ Avenida Leer mas...
Hay quien dice que en la vida, a veces, pasa un tren y que no hay que dejarlo escapar. No se sabe si el que popularizó este dicho era un experto en movilidad pero lo que sí es seguro es que era un captador nato de oportunidades. A Coruña tiene un tren a las puertas y está a punto de dejarlo pasar si se confirma la manifiesta preferencia de la Autoridad competente por otro tipo de transporte menos eficiente y más contaminante, el vehículo.
Los 3,5 km de la Avenida de Lavedra pueden convertirse en la oportunidad de A Coruña para diseñar un nuevo polo de atracción complementario, una nueva centralidad urbana a la medida del ciudadano/peatón y transformar una infraestructura viaria en un espacio público de convivencia. La arteria central que bombea al corazón de la ciudad más de 100.000 coches diarios no puede seguir siendo concebida como una autopista de acceso directo al centro urbano del vehículo particular. Una herencia de la red ministerial de los años 60 que concentraba la entrada de tráfico a través de ese eje central que acababa en la Avenida de Alfonso Molina y que hoy en día actúa como una barrera que fragmenta la ciudad.
En el entorno inmediato de esta “autopista urbana” se sitúan polígonos de viviendas (Matogrande, Elviña, Someso, Parque Ofimático, etc.) donde residen miles de ciudadanos y se da servicio a numerosos usos: Edificios Administrativos y Judiciales (Juzgados, Audiencia Provincial, Demarcación de Carreteras, etc.), Centros Comerciales y de Exposiciones; Estación de Trenes y Autobuses (futura Estación Intermodal); Campus Universitario, etc. Todos ellos cubren una demanda tanto metropolitana como regional. Nuevas centralidades cívicas que ahora mismo están inconexas con la trama urbana, dispuestos de manera aislada generando problemas de accesibilidad y una única alternativa de movilidad: el coche.
No se trata de una zona periférica sin puntos de interés, es parte ya de la ciudad y de su futuro desarrollo. El objetivo debe ser conseguir que sea más habitable, sostenible y a la escala del ciudadano que vive en ella y que ha de ser el protagonista del espacio público urbano.
Las claves aparecen diáfanas en infinidad de Manuales de Buenas Prácticas, Libros Verdes/Blancos, artículos y carísimos programas de movilidad con dirección urgente a la papelera de la Administración, porque a la hora de aplicarlas surge un miedo bíblico a la venganza del automóvil. Ese ojo por ojo que, hipotéticamente, tendríamos que pagar, esa libra de carne hecha combustible que nos reclamarían los mercaderes del siglo XXI.
Sin embargo, el primer mandamiento de la Planificación urbana debería ser “las ciudades son para las personas, no para los coches”.
La mejora de la movilidad pasa por una implementación del transporte público y la búsqueda de su eficiencia. Es un camino largo, pero una ciudad como la nuestra –una península de 37km2- debe ir reduciendo espacio para los coches e ir cediéndolo al peatón, a la bicicleta y al transporte público. Eso no impide que se pueda acceder al centro en coche pero una vez allí estacionarlo (en los más que numerosos aparcamientos públicos existentes) y moverse en bici, a pie o en transporte público. A Coruña es una ciudad perfectamente abarcable y con unas condiciones orográficas y climáticas benévolas para que esto sea posible.
Se trata de regular, que no prohibir, el uso del vehículo privado. Eso sí, dándoles prioridad al peatón y al transporte alternativo. De hecho, quitar espacio a los automóviles reduciendo las vías para este medio de transporte no es sinónimo de mayor congestión, al igual que la peatonalización del centro urbano y la implantación del carril bus no destruye la economía local, más bien al contrario.
Es perverso que en una ciudad de tan arraigada tradición musical como lo es A Coruña, la Administración se obceque en hacer sonar y resonar el basso ostinato “más carriles, más carriles”, entonado a modo de mantra destinado a resolver todos los problemas de movilidad.
Y lo cierto es que no hay que ser un visionario para saber que esto no funciona así. Quizás, el amor desmedido al vehículo motorizado que parece nublar el seso de nuestros gobernantes se cure con un poco de lectura especializada y unos provechosos viajes (dos consejos que ya aplicaba Unamuno para la curación de otros “vicios”).
Recuperar la ciudad para las personas y fomentar la interconexión de espacios dejando el coche en segundo plano son premisas que deberían regir la planificación urbana contemporánea. La separación de espacios para peatón y coche, en la práctica, ha generado la desconexión entre barrios y áreas urbanas desiertas fuera del horario laboral. Por ello, no tiene sentido prolongar la vida de una “autopista urbana” como Alfonso Molina y mucho menos aumentar carriles. A Coruña ha de ser una ciudad vivible y cuya referencia sea la persona y no el coche.
De hecho, como señala el urbanista y experto en movilidad Jan Gehl, éste es uno de los principales mitos urbanísticos “Si hay mucho tráfico, la mejor solución es añadir nuevos carriles y hacer la vida más fácil para el automóvil”; pero concluye que “Si quieres disminuir el tráfico, la mejor solución es quitar carriles no añadirlos. Todos los estudios realizados al respecto demuestran que añadir carriles es solo un parche que no acaba con la congestión”.
A Coruña precisa un cambio de dirección definitivo y claro en su manera de comprender y hacer funcionar Alfonso Molina, de hacer funcionar la ciudad. Basta de palabras grandilocuentes y medidas pacatas que solo sirven para que las Administraciones se den mutuas palmadas en la espalda. Solo es maquillaje barato para que todo siga igual. Un traje del emperador al que reverenciar como siervos sumisos sabiendo que al final A Coruña se quedará, otra vez, desnuda de soluciones.
TEXTO e IMAGEN: Grupo TAU
Comentarios recientes